domingo, 17 de noviembre de 2019

El Héroe. Cuentos del Lagarto.

Noche blanca. Por fin nieves en los tejados. Las canas del ancho cielo descienden rítmicas y embellecen el terruño pedregoso de la ciudad de Jaén.
La nieve es el símbolo del triunfo, la señal que alerta de los sueños más hermosos: el jaenita con obediencia debida asume el comportamiento ancestral de los antiguos: la conducta lagartiana es clara en las largas noches del invierno: en el hogar crepita la llama y la oración robada a un Dios inmortal se reza al cobijo de esa lumbre que enciende las oscuras noches.
Solo algún atrevido vaga por las estrechas calles y su mirada es blanca como la nieve que cae.

El poeta dobla la esquina de su salón y halla en su blanco folio, después de mirar por el cristal de la ventana, la génesis de su poesía: su palabra desnuda las miserias de un mundo que cíclicamente, otra vez, comienza a corromperse.
Vé, como en una plaza antigua alguien duerme el más placido de los sueños: al lado del Héroe- su hogar es el claro de la fría plaza- reposa una botella de rojo elixir: es necesario beber para poder calentarse y así escapar de una realidad fría y miserable.
El poeta se ofrece a regalarle una bella poesía: su impotencia describe un feliz poema. Y el Héroe agradecido gira su cabeza a la siniestra para seguir durmiendo ese sueño plácido y tranquilo: la nieve no cae en el claro donde reposa nuestro campeón: el Dios inmortal, aún que no lo creamos , cuida de los suyos: bienaventurados los sin techo porque gracias a ellos algunos serán todavía más ricos.

A la vez que el poeta gira la esquina de su salón , el Dios magnánimo, arropado en su trono de nieve, usurpa otra de las plazas del Jaén viejo- la que está cerca del convento Trinitario- y convoca al lagarto.
La luz del convento de la Santísima Trinidad vuelve a florecer en la noche como una rosa aupada a un bello pedestal.
El amor divino invoca el milagro más terrenal y el jurásico animal asoma a la noche jaenciana: el verde animal llora al ver al magno Dios.

El poeta ha bajado a la plaza: la nieve sigue cayendo copiosamente. Y asombrado ve como la blanca dama no descarga su belleza en el claro donde duerme nuestro Héroe . Se acerca el trovador, sus lágrimas de fatiga alumbran la noche. No quiere interrumpir el sueño del que resiste en la plaza; pero necesita ver los ojos de ese hombre que todos los días duerme al raso con la sonrisa más bonita.

Sigue nevando, los tejados de las iglesias del antiguo Jaén, están cubiertos. Y su belleza asoma para retar a ese Dios divino que está a punto de partir en su trono de nieve.
Mientras el lagarto, atraviesa la plaza de San Juan, y mirando a la altiva Torre del Concejo, se deja caer por el cantón de la Ropa Vieja y halla la hermosura de la plaza Rosales con su antiguo convento de la Coronada.
La magia ha vuelto a producirse: el poeta ha visto como en la fria plaza, aparecía repentinamente, la magna elegancia de la piedra
de La Virgen Coronada.
El lagarto y el poeta son antiguos amigos: se conocen desde tiempos inmemoriales: fue la imaginación del escritor la que creó la leyenda del animal. Y el gran Dios, que quería bien a este Jaén cainita, dio vida a la ilusión del poeta. Y el mágico lagarto surgió por la gracia del Señor: su misión: velar por el alma de la ciudad de Jaén.

Y nieva y nieva y en la plaza , el poeta y el lagarto, vigilan el sueño de nuestro Héroe. Incapaz de despertar, duerme profundo y sereno. Y su sonrisa acaricia las rejas inmortales del convento.
Ya va llegando el canto dulce del amanecer: el Dios magno está a punto de partir. El poeta y el lagarto cargan la hermosura de nuestro héroe en el trono blanco.
Y con delicada calma el buen Dios asciende con uno de sus hijos al reino de los cielos.

Martín Lorenzo Paredes Aparicio. Jaén a 17 de Noviembre de 2019.

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