lunes, 16 de septiembre de 2019

Lagarto VII

Me llamo Jaen: soy hijo del lagarto, hijo de la Magdalena, de Santo Doningo, de San Juan, de San Miguel, de San Bartolome, de la Merced, de Santa María, amante de la Catedral, hijo del Santo Rostro y primogénito de Jesús de los descalzos.
Soy Jaén la ciudad denostada por sus propios habitantes y admirada por el viajante que arriba de tierras extranjeras y mira desde arriba- desde la fortaleza de Santa Catalina- la decadente y elegante hermosura de mi bello y singular urbanismo: estrecho y serpenteante como mi padre el verde y jurásico dinosaurio.
El insomnio, siempre caprichoso, no solo ha herido de muerte el sueño, sino que también ha acariciado mortalmente la pluma del poeta. Y el verso, el poema, y la fuerza invisible de la palabra no fluyen con esa fuerza habitual, mágica y hermosa.
Hasta la luna ,aliada del cronista de las más altas pasiones, ha comenzado a menguar para ir perdiendo su brava lozanía.
El mar de azul cielo, ha perdido su rítmica armonía a causa de este inmenso temporal: el cielo llora desconsoladamente y las estrellas incapaces de salir, pues temen al tridente terrible y alargado del magno Poseidon o Neptuno, si tu amado lector eres reo de Homero.
El poeta en este playa lejana, al lado del viejo lagarto escribe con la única compañía del lamento perezoso de las olas: en otra mágica noche el trovador llego a lomos del verde animal a esta playa que desata las líneas y reivindicaciones más hermosas.
La conversación ha deambulando en torno a la Iglesia de San Miguel: nuestro amigo el músico nos ha alertado con la noticia que no queríamos escuchar: el ábside de la Iglesia se esta desmoronando a consecuencia de la lluvia.
Ha sido la primera vez : el lagarto ha llorado sangre y su corazón parecía pararse por momentos.
El músico ya no podra componer su bella sinfonía, pero si
quizá una terrible y patética.
La conciencia del mandamás tiene que estar incómoda : tiene un desafío grandioso para despertar a esta ciudad de su sueño derramado. Sean capaces de negociar entre ustedes, olvídense de escenas dantescas y lleguen a acuerdos. Pidan ayuda a la iniciativa privada. Demuestren porqué le hemos votado.
El arrabal de San Miguel y su Iglesia necesitan recobrar su belleza perdida.
Desde este Mar sin nombre vuelve el poeta a lomos del lagarto a su Jaen: todavía existe la esperanza de ver una aurora blanca en la lontananza.

Martín Lorenzo Paredes Aparicio. 15 de Septiembre de 2019.


No hay comentarios:

Publicar un comentario